#2. APRENDIENDO EL VALOR DEL OUTSOURCING Y LAS COMISIONES CON 11 AÑOS
¡Hola ✋!
La semana pasada te hablé de que lograr la Independencia Financiera depende principalmente de dos aspectos: reducir los gastos y aumentar los ingresos.
Siendo honesto, he de reconocerte que la parte de reducir gastos me atrae poco.
Muy poco. Me da mucha pereza en realidad.
Normalmente, reducir gastos tiene consecuencias sobre tu calidad de vida. Y a mi me gusta cómo vivió. Por lo que no me motiva demasiado tener que renunciar a nada.
¿Significa esto que me dedico a gastar sin miramientos? En absoluto.
La realidad es que mi mujer y yo vivimos por debajo de nuestras posibilidades y el ahorro y la inversión son una de nuestras prioridades.
Lo que significa es que yo no pretendo llegar a la independencia financiera quitándome la suscripción a Netflix, ni comprando sólo productos en oferta para ahorrarme 40 euros a final de mes. Mi camino a la independencia financiera pasa por aumentar cada vez más mis ingresos. 🤑
Además, restar es relativamente fácil. Lo complicado es sumar. Y a mí me va lo complicado. (Quédate con esta atracción de mi persona hacia lo complicado, porque probablemente hablaremos de ello en el futuro.)
Una vez que hemos decidido que lo que buscamos es aumentar los ingresos. La pregunta que surge automáticamente es ¿cómo?.
Como ya te adelanté la semana pasada, aquí no pretendo darte recetas mágicas, porque no las tengo. Pero lo que si puedo darte son pistas sobre dónde y cómo puedes encontrar esos ingresos adicionales y, lo más entretenido, puedo contarte cómo lo he ido aprendiendo yo.
Lo que voy a contarte hoy es cómo, con 11 años, descubrí lo que era el outsorcing y cómo se podía ganar dinero con ello.
EMPECEMOS 👊
Corría el año 1995. La verdad no recuerdo que mes.
Yo estaba en casa, supongo que haciendo las cosas que hace cualquier niño normal de 11 años que, iluso él, no sabe aún la importancia de la independencia financiera.
De pronto llegó mi padre con una caja en brazos y nos pidió a mi hermano y a mí que le ayudáramos a descargar las que quedaban en el maletero del coche.
Después de descargar las 10 ó 12 cajas, observamos en silencio cómo mi padre abría la primera de ellas. Y le seguimos observando mientras salía de la habitación y volvía con un taco de papel.
-Venid. Me vais a ayudar con una cosa de la empresa y a cambio os voy a dar dinero.
-Vale!!!!
Con 11 años, todos somos ya consciente de lo que es el dinero. Hemos sufrido más de una vez la frustración de querer algo y no tenerlo porque tus padres no te lo compran; así que la perspectiva de ganar dinero supuso un subidón importante.
Mi padre nos dijo que cogiéramos una silla y nos sentáramos junto a él. Nos repartió a cada uno varias de las hojas que acababa de traer y saco varios tacos de papeles de la primera de las cajas.
- Esto es publicidad que mandamos de la empresa a nuestros clientes. Para que les llegue, tenéis que pegar en cada una de ellas, una de las pegatinas que os acabo de dar. Mirad, así como lo hago yo. A ver, haced ahora una cada uno.
- ¿Así?
- Así, muy bien. Tened cuidado de que la pegatina quede recta, para que lo lea bien la máquina de correos.
- Vale!!!!
Nos pusimos los tres a pegar las pegatinas como mi padre nos acababa de enseñar. Pero en cuanto comprobó que lo hacíamos bien, nos dejó allí a nosotros dos solos.
EL MOMENTO EN QUE DESCUBRÍ QUE LA HABÍA LIADO 😓
Yo seguí durante un rato, pero empecé a preocuparme a medida que iba siendo consciente de que había cometido varios errores:
Se acercaba la hora de mi serie favorita y no habíamos ni terminado con la primera caja. Error 1: había aceptado un trabajo sin ser consciente del tiempo que me llevaría completarlo ni de la fecha de entrega.
Me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que mi padre pensaba pagarnos por el trabajo. Error 2: Había aceptado un trabajo sin saber cuánto ni cuándo me iban a pagar.
Me pregunté qué pasaría si no éramos capaces de terminar el trabajo. Error 3: Había aceptado un trabajo sin tener clara la responsabilidad que estaba asumiendo.
En realidad, nada fuera de lo normal. Si alguno de vosotros, con 11 años, os hubierais parado a negociar todo eso con vuestro padre antes de empezar, tenéis mis respetos.
(Lo que no es tan normal es que lo que a mí me pasó con 11 años, le pasé hoy en día a gente ya mayorcita que se dedica al outsorcing, pero ese es otro tema.)
Agobiado por las dudas, fui a hablar con mi padre y rápidamente me aclaró todos los aspectos que importaban:
Toda la publicidad tenía que estar lista el domingo, para enviarla el lunes (estábamos a jueves por la tarde).
Nos pagaría una peseta por folleto (había 10.000 folletos, 5.000 pesetas de ganancia para cada uno. Una p*ta pasta con 11 años en 1995).
Me puse rápidamente de nuevo a pegar pegatinas y decidí no parar hasta que empezara la serie. Descansaría un rato mientras la veía y volvería a ponerme después de nuevo. Error 4: No había tenido en cuenta que por el camino surgen contratiempos.
Después de la serie me tocó ducharme, cenar y acabar una parte de los deberes que no había terminado. Resultado: cuando me fui a la cama, no había terminado ni la primera caja. De pronto, el lunes estaba demasiado cerca. 😰
¿LO CONSEGUÍ?
Tampoco quiero alargar demasiado la historia, así que os resumiré lo que pasó entre el viernes por la tarde y el domingo por la tarde.
Llegamos a tiempo😎. El domingo estaba toda la publicidad lista para ser enviada el lunes, pero a cambio no hice prácticamente otra cosa durante aquel fin de semana.
No gané 5.000 pesetas, gané 6.500 👏. Por que, cuando terminé con las mías, hice un trato con mi hermano. Yo cogería más folletos de su montón y le daría a él 2 pesetas por cada uno que le cogiera.
Aprendí rápidamente de mis errores . Hablé con mi padre para decirle que lo repetiría siempre que lo necesitara, pero que nos trajera nos trajera antes los papeles.
A lo largo de los años, esto se fue repitiendo muchas veces (la empresa de mi padre mandaba mucha publicidad postal en aquella época), y aunque yo no era consciente del todo, poco a poco fui aprendiendo algunos conceptos importantes:
El valor del outsourcing: Obviamente, mi padre o cualquier de sus empleados podría haber hecho lo mismo que hacíamos mi hermano y yo. Pero el tiempo que les hubiera llevado a él o sus empleados hacer la misma tarea, tenía un coste muy superior a las 10.000 pesetas que nos pagó a nosotros.
El poder de las comisiones: Aquello de quitarle folletos a mi hermano a cambio de las 2 pesetas duró poco, pues aprendió rápidamente que a él también le interesaba ganar lo máximo posible. Pero durante una época, él fue comisionista y ganó dinero prácticamente sin hacer nada.
APLICANDO LO APRENDIDO 🤓
Podrás creer que toda esta historia es inventada o que no es cierto que sacara esas lecciones con 11 años. Si es así, siento decirte que te equivocas en ambos puntos.
Los años siguientes, nos dedicamos a buscar ingresos utilizando cualquiera de esas dos fórmulas.
Pensábamos en maneras de ahorrar tareas tediosas a gente conocida (pasear perros, lavar coches, etc) y más tarde, en maneras de obtener comisiones.
Con esta visión, mi hermano llegó a ser, durante una época, la persona que más entradas vendía para una de las mejores discotecas de Madrid. Tenía un equipo que trabajaba vendiendo para él. Prácticamente no hacía nada, salvo repartir las entradas a su equipo y él se llevaba una parte de las ventas.
Desde entonces ha llovido muchísimo y podría contarte mil ideas y chiringuitos de adolescente, como el negocio de personalización de videoconsolas que tuvo mi hermano o el dinero que gané yo tuneando mini coopers (que después se convirtió en un verdadero negocio).
Quizás algún día te cuente alguno.
Por lo pronto, la próxima semana te contaré el trabajo más llamativo que he tenido hasta el día de hoy y cómo, gracias a ello, descubrí que hay quien se toma la última copa en la cafetería de un tanatorio.
Esto ha sido todo por hoy. Espero haberte hecho pasar un buen rato y que algo de lo que te haya contado te acerque un poco más a la independencia financiera. Si quieres seguir leyéndome y no perderte nada de lo que cuento por aquí, ¡Pulsa el botón verde!
Hasta la semana que viene.
Un abrazo
Álvaro
¡Ah! ¡Se me olvidaba! Esta newsletter es gratuita. Pero como trata sobre independencia financiera, no puedo dejar pasar la oportunidad de monetizar mis esfuerzos. Si en algún momento crees que es tan buena que no debería ser gratis, te animo a que hagas una aportación.