#92. El helado de Menta y la Inteligencia Artificial
El arte de hacer las preguntas adecuadas
Bienvenido/a a mi newsletter.
Soy @alvaroalegriam y aquí comparto mi visión personal sobre temas que me apasionan alrededor del mundo de los negocios, el emprendimiento y el desarrollo personal.
Si a ti también te interesan, únete a los >3.100 suscriptores que ya forman parte de esta familia.
Hola de nuevo.
No os podéis imaginar las ganas que tenía de volver a escribir. Llevo semanas acumulando temas en la cabeza, desarrollándolos mentalmente. Imaginando cómo los escribiría para compartirlos con vosotros pero sin encontrar el momento para poder hacerlo.
Hace unos días escuché a Chus Naharro decir que, como consecuencia de su reciente maternidad, una de sus newsletters había pasado a tener “frecuencia variable” y la verdad es que no pude sentirme más identificado.
Pero vayamos al grano.
Lo que vengo a contarte/compartirte/plantearte hoy es una idea que me viene rondando la cabeza desde que la leí en Twitter porque, aunque parezca un tema simple, en realidad encierra mucha mayor complejidad de la aparente.
La idea es esta:
Me gustaría que te tomases unos segundos para pensar en la respuesta y en argumentos para poder defenderla.
Si ya has terminado el ejercicio, tengo que darte malas noticias: te has equivocado.
Independientemente del sabor que hayas escogido, la respuesta es incorrecta. Porque lo que está mal es la pregunta.
Me explico.
Cuando la mayoría de nosotros nos planteamos un dilema como este tenemos la tentación de lanzarnos de cabeza y tratar de resolverlo de la forma que consideramos correcta.
En este caso, muchos de vosotros habréis pensando inmediatamente en vuestro sabor de helado preferido, otros en el sabor preferido de lo que consideráis la mayoría y quizás alguno habrá pensado en hacer algún tipo de estudio o análisis para identificar cuál es la preferencia más común entre la población.
Porque, claro, si sólo voy a vender un sabor, tendré que asegurarme de que sea el que más guste para tratar de maximizar mi público objetivo. ¿Lógico no?
Pues quizás no tanto como parece.
Imaginemos que ese sabor es el preferido del 30% de la gente que, teniendo en cuenta la variedad de sabor que existe, es un porcentaje muy generoso. Puede parecer que es una buena elección ¿no? Si 3 de cada personas compran tu helado, tienes muy buen ratio de conversión.
Pero que sea el preferido del 30% significa, sensu contrario, que no es el preferido del 70%. Y esto, que suena a obviedad infantil, en realidad es el meollo de toda la cuestión.
Nos debemos hacer varias preguntas respecto del 70% que había escogido otro sabor:
¿cuántos estarían dispuestos a comprar el único sabor de tu heladería aunque no sea su preferido?
¿cuántos no comprarían ese sabor concreto en ninguna circunstancia?
¿cuántos estarían dispuestos a comprar un helado independientemente del sabor?
La respuesta a estas preguntas tan “tontas” son oro proque nos van a llevar a descubrir que, en este caso, la respuesta adecuada no es aquella que maximiza el acierto, sino la que minimiza el error.
Si resulta que el 30% de la población ama el chocolate pero, a su vez, ese sabor es odiado por el 70% restante, en el mejor de los casos venderás un helado a 3 de cada 10 personas.
Si, en cambio, la vainilla sólo es el preferido del 15%, pero hay un 50% adicional de la población que lo tolera y que podría comérselo si no tuviera otra elección, tus probabilidades de conversión ya son mayores que con el helado de chocolate.
Parece entonces que la vainilla sería mucha mejor elección que el chocolate. Pero, te he dicho ya que, independientemente del sabor que elijas, te has equivocado, por lo que la vainilla no puede ser mejor opción que el chocolate, pero si es la pista correcta.
Si el razonamiento que hemos seguido para escoger la vainilla es minimizar el fallo, tratemos de exprimir ese planteamiento al máximo. ¿Cómo?
Eliminando la variable del sabor
Lo que nos lleva a la tercera de las preguntas que planteaba antes. ¿Cuánta gente estaría dispuesta a comprar un helado independientemente del sabor?
Es verano, vas andando por la calle y ves una heladería. Te acercas porque te ha despertado las ganas y al llegar, resulta que sólo vender un sabor. ¿Qué probabilidades hay de que odies tanto ese sabor como para no comprarlo?
Pongámonos en lo peor. Imaginad que escogéis un sabor que odia con todas sus fuerzas el 70% de la gente. ¿menudo desastre no?
Pues no.
Porque, de nuevo, nos estamos haciendo mal las preguntas. Seguimos equivocados en nuestro planteamiento.
¿Vosotros pagais las facturas en porcentajes? No. Lo hacéis en euros o en la moneda de uso corriente de vuestro país. Entonces, tenéis que plantearos las preguntas en absolutos, no en porcentajes.
Lo vais a entender inmediantamente.
Lo importante es cuánta gente, el número total, de la que pasa delante de vuestra heladería acaba comprando un helado, no que porcentaje representa sobre el total.
Si tu vendes un helado a 3€ y pasan 10 personas, incluso si el 100% te compra un helado, tus ingresos totales serán de 30€.
En cambio, si por delante de tu heladería pasan 200 personas, aunque hayas escogido el sabor de menta y sólo compren el 40%, estarás ganando 80€.
Es decir, en el supuesto con un porcentaje de fallo del 60%, estarías ganando mucho más que en el supuesto perfecto con un porcentaje de acierto total.
¿A qué nos lleva todo esto y que tiene que ver nada de lo que has contado con la inteligencia artificial?
Pues todo esto, a donde nos debería llevar es a que muchas veces nos centramos en encontrar las respuestas cuando, en realidad, lo primero que deberíamos hacer es garantizar que nos estamos haciendo las preguntas adecuadas.
En el ejemplo de hoy, nos lanzamos de cabeza a escoger un sabor de helado pensando que el éxito de la heladería está en acertar con la respuesta cuando, lo idóneo desde el punto de vista de negocio, es olvidarte del sabor y ponerte a buscar la mejor localización posible.
Esto pasa constantemente. Muchas empresas dedican importantes recursos a responder preguntas que no son las adecuadas. Aquellas que si aciertan en las preguntas, tienen una ventaja competitiva inmensa.
Y llegamos a la inteligencia artificial.
ChatGPT y el resto de herramientas similares que han surgido los últimos meses y seguirán surgiendo en los próximos años, han democratizado el conocimiento. Las respuestas están ahora al alcance de todos, a un sólo click de distancia.
Las respuestas han perdido todo su valor porque, cuando algo está disponible para cualquiera; cuando la oferta es infinita porque no se agota, el precio tiende a cero.
Ahora, todo el valor se encuentra en las preguntas. Aquellos que sepan formular las preguntas adecuadas, ganarán todas las partidas. El prompt engineering (ingeniería de instrucciones) será una habilidad esencial en el futuro, así que mi humilde recomendación es que no pierdas tiempo en aprender y ponerte a entrenar.
Y hasta aquí todo por hoy. Si os ha gustado la edición de hoy, otro día podemos darle una vuelta de tuerca al dilema y analizar por qué alguien querría abrir una heladería de un único sabor.
Espero que hayas disfrutado de esta edición. Ya sabes que siempre agradezco que me lo hagas saber dejándome un me gusta 💛 y que la compartas por correo o en redes sociales, con amigos y seguidores.
Gracias por leerme
Nos vemos en unos días.
Un abrazo
Contento de leerte de nuevo ¡y de qué manera has vuelto!
Muy interesante reflexión para estos tiempos de lanzarnos a la piscina sin darse ese paso a analizar qué está pasando, qué otras alternativas tenemos, qué no está justo delante de nuestros ojos y afecta directamente...
Gracias por esta píldora de sábado, Álvaro
Has vuelto con energía y encima haciéndonos pensar.
La conclusión que me llevo, es que una de las mayores ventajas competitivas del futuro, será la habilidad de razonar bien.
Y para razonar bien con las IAs, probablemente también es un mix entre formación en ingeniería de prompting y practicar de forma recurrente probando distintos prompts para ir aprendiendo cuál da el mejor resultado.
Venga a ver si te vemos más por la bandeja de entrada Álvaro.