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Hola a todos/as.
La edición de hoy va a ser diferente a todo lo que he escrito hasta ahora. Porque siempre suelo hablar sobre un tema concreto que creo que puede aportaros valor; pero lo de hoy, en cambio, es una reflexión abierta que necesito compartir. Si es la primera vez que me lees, no pienses que todas las ediciones son como esta.
Antes de seguir, me gustaría pediros un favor. Que todo lo que vais a leer a continuación lo recibas con la mente abierta y sin la bufanda de tu “equipo” puesta.
Somos mejores.
Estoy absolutamente convencido de que todos nosotros, en conjunto, como sociedad, somos mejores que lo que está sucediendo estos días en España.
La política de nuestro país se ha convertido en un espectáculo bochornoso que, personalmente, no me representa en absoluto. Lo cual, me supone un gran problema a nivel personal.
¿Cómo hemos llegado a un punto en que los pretendidos representantes de la sociedad, no representan a la gente?
Porque no. No nos representan. Que coincidas ideológicamente con un determinado partido o, incluso, que les votes, hace mucho tiempo que ya no signficia que te representen. Podrán tomar decisiones en tu nombre pero no hablan ni se comportan como tú lo harías.
¿O acaso tú te relacionas con tus iguales a base de gritos, insultos, malos gestos y ataques constantes?
En la vida. O al menos en aquella parte de la realidad a la que yo tengo acceso, las confrontaciones son la excepción, no la norma. La inmensa mayoría de la gente que conozco tiene tendencia hacia el entendimiento y la búsqueda de elementos comunes. Incluso, en los casos en los que las posturas no se encuentran, el resultado suele ser el distanciamiento; no el inicio de una batalla campal.
Entonces, ¿dónde estamos fallando?. Y ahora no me refiero a los políticos, me refiero a ti y a mi. ¿En qué momento hemos permitido, por acción u omisión, que nuestros “representantes” se hayan convertido en lo opuesto a lo que verdaderamente somos?
Porque, seamos honestos, la culpa es seguramente nuestra. Tuya y mía. Hemos creado un sistema de incentivos donde se premia esta forma de actuar o, como mínimo, no se castiga con contundencia; cuando, en cualquier otro ámbito, personal, familiar, laboral, seríamos intransigentes con un comportamiento similar.
La deshumanización del adversario, la ridiculización del diferente, el perdón de las mentiras cuando tienen el color de “tu” partido y tantos otros comportamientos nos están llevando a una situación donde todo vale con tal de ganar. Y, de nuevo, no leas esto como un ataque particular a unos u otros. Las tácticas son las mismas. Como mucho, puede que varíe el grado o la frecuencia con la que las usan unos u otros y si no quieres aceptarlo, es que sigues con la bufanda puesta.
Somos mejores. Me niego a admitir lo contrario.
Me decepciona muchísimo haber regresado a una realidad de bandos, donde constantemente quieren empujarnos a escoger uno y de forma automática, poco menos que odiar al otro. Yo no quiero que nadie me odie por mis opiniones, ni por la papeleta que introduzco en una urna. Por tanto, me cuido mucho de caer en lo contrario y demonizar a otros por escoger otra papeleta.
Por desgracia, en España tenemos muy reciente hacia dónde dirige este camino que estamos tomando y yo tengo muy claro que no quiero recorrerlo. Que no hay nada bueno al final de esa carretera.
Como muchos de vosotros, he tenido la inmensa fortuna de nacer en una época de paz y a la vez, tener el privilegio de escuchar a gente que puede contar, en primera persona, los horrores de vivir en un país roto y enfrentado.
Defendamos nuestras ideas. Por supuesto. Cada uno las suyas. Aceptando que la verdad no es única, ni pertenece toda a un mismo partido. Dejemos de intentar convencer, para tratar de entender. Aceptemos que la pluralidad de ideas es buena y que no estar de acuerdo no es una derrota.
Obliguemos a nuestros políticos a abandonar el estilo infantil y callejero y a recuperar el espíritu constructivo. Tenemos problemas críticos que resolver como país y no podemos permitirnos que, quienes ostentan el poder y la responsabilidad, a uno y otro lado de la bancada, pierdan tiempo en gestos y maniobras que son para la galería.
Sin ser muy consciente sobre el cuándo, hemos llegado a una situación donde los dos principales partidos no pueden ponerse de acuerdo en nada. Absolutamente en nada. Y, de nuevo, me pregunto cuánto es realmente una incompatibilidad de posturas y cuánto es miedo a que sus votantes no les perdonen un acuerdo con el enemigo.
En Argentina, acuñaron el término “La Grieta” para referirse a la distancia insalvable que existe en la sociedad entre los partidarios de diferentes posiciones políticas. El bando propio es el único que tiene legitimidad, mientras que el otro bando debe ser descalificado de manera completa. Este odio constante se ha convertido casi en una forma de vida, hasta empapar cualquier aspecto de las relaciones sociales.
Quiero creer que aquí todavía no hemos llegado a esa situación y que estamos a tiempo de evitarlo.
Porque somos mejores. Y tenemos que demostrársnoslo.
Porque somos mejores. Y tenemos que desmostrárselo.
Si estás de acuerdo conmigo, quizás sea bueno que compartas esta edición con aquellos a quienes pueda hacer bien leer una postura calmada. Si, además, me dejas un me gusta 💛 y la compartes en redes sociales, quizás consigamos que las cosas comiencen a cambiar.
Gracias por leerme
Nos vemos en 7 días.
Un abrazo
No puedo estar más de acuerdo en todo lo que dices. Artículo TOP que debería llegar al Congreso para que reflexionen.
Muy de acuerdo, aunque falta un elemento determinante “la corrupción y la inexistencia de un poder judicial independiente.” Esto nos mantiene en una espiral de enfrentamientos y justificaciones de los que son de mi bando que nos mantiene inmersos en un lodazal.